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[Concurso] Fontanero de leyenda

De la importancia de los fontaneros en la historia de un club de Hattrick.

Ramón, uno de los primeros socios del Universidad de Miskatonic, decidió hacer abonado a su hijo Ramonín como regalo por su duodécimo cumpleaños.

Llegado el sábado, padre e hijo se dirigieron de la mano juntos al estadio. El Universidad jugaba en VIª contra uno de los rivales más fuerte del grupo y se preveía una buena entrada. Allí, cerca de una de las puertas de acceso, vieron cómo varios aficionados veteranos rodeaban a un hombre de cabellos pelirrojos, jaleándole cariñosamente y pidiéndole autógrafos.

“¿Quién es ese señor, Papá?”. En ese momento Ramón se dio cuenta de lo joven que era su hijo: se había perdido algunos de los mejores años de la historia del club.“Es una leyenda del Universidad, ese hombre es Miguel Nava”. Ramonín jamás había escuchado ese nombre: “¿Y era bueno?”. Ramón sonrió altanero: “¡Vaya si lo era: jugadas aceptable, balón parado excelente!”.

Ramonín se soltó de la mano de su padre y se dobló de la risa, no concebía que un futbolista hecho y derecho pudiera haber llegado a ser una leyenda del club con ese nivel de habilidades.

Tras el partido, que acabó en derrota para el Universidad, padre e hijo volvieron a casa y allí Ramón desempolvó una cinta de video. Era la grabación que un canal local había hecho del partido (413545075) de la IXª división española.

Ramonín puso en marcha el reproductor y quedó fascinado frente a la tele durante los siguientes 90 minutos: los jugadores parecían venir de otra época, de un tiempo donde todos los jugadores eran más lentos, menos resistentes y menos habilidosos. La pelota apenas tocaba el suelo y se sucedían los pelotazos sin sentido. Pero en medio de aquel caos destacaba un jugador: era el hombre pelirrojo que había sido aclamado esa mañana a las puertas del estadio, pero con unos cuantos años menos. Miguel Nava (370684663) distribuía el balón con criterio, creaba peligro en cada jugada a balón parado y nunca daba una pelota por perdida. Los poco más de 3000 aficionados que había en las gradas se venían abajo cada vez que el pelirrojo intervenía en el juego. Con el marcador en 2-2 y a falta de ocho minutos para el final, Nava marcaba de penalti el gol de la victoria. Ramonín se emocionó con lo que estaba presenciando: eran una panda de fontaneros, pero el espectáculo era épico.

Quince días después y de nuevo en los aledaños del estadio, Ramonín se soltó de la mano de su padre, pero en esta ocasión lo hizo para correr a por un autógrafo del hombre pelirrojo al que los aficionados más veteranos enaltecían. Mientras el ex futbolista firmaba en la camiseta de Ramonín, un aficionado se acercó a Ramón y le agarró del hombro: “Has educado bien a tu hijo, sí señor”.

2015-04-16 13:51:43, 718 views

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