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[Concurso] El Filtro

Damián exhalaba humo por sus orificios nasales cuando dio con aquella sugerente página web. Se trataba del chico malo del barrio y, al igual que cuando sustraía cigarrillos a su padre, el desdén se advertía en la forma en que hundía sus dedos en el teclado para registrarse en el portal. Un portal que se denominaba: Hattrick.

Hattrick, que había implementado un gran número de nuevas y sofisticadas herramientas desde su reinicio tras la debacle, contaba ahora con un foro tranquilo, pacífico y hasta remilgado. En gran parte, gracias a la inclusión de ciertos filtros inteligentes que Damián ignoraba y que reunían todavía un carácter experimental.

Cumplimentado el registro, Damián consiguió acceder al foro de inmediato. Y el ser educado así como llevar a cabo una lectura previa de las reglas no era algo que formase parte de sus planes. Entre risas tecleó lo siguiente:

"Ola aunk soy nuebo pienso ganaros a todos monton de meldas."

Tras hacer clic con el ratón un contenido un tanto distinto se mostró en la pantalla:

"Hola, aunque acabo de iniciarme, mi intención es disputar cada partido hasta el final, queridos compañeros."

–Pero qué puñetas es esto –se dijo a sí mismo–. Yo no he escrito eso.

Damián, que desconocía por completo el poder de tan sensacional herramienta, no podía concebir que algo o alguien limitase su libertad de expresión. Ni siquiera que le corrigiesen lingüísticamente. Y mucho menos después de presenciar cómo varias decenas de usuarios le daban la bienvenida con gentileza además de desearle la mejor de las suertes en una nueva etapa que iniciaba en su vida como mánager de Hattrick (casi textual).

Su reacción fue aporrear las teclas con violencia:

"k os den cabloness! Cin maliconadass!"

Una vez más, la pantalla trasladó algo distinto:

"Agradezco vuestra bienvenida, queridos compañeros. Pero no es necesario que seáis tan amables conmigo."

Damián atrajo aire a sus pulmones para luego espirarlo lentamente. Una acción que llevó a cabo hasta en tres ocasiones. Fue entonces cuando consideró explorar el foro en busca de los característicos hilos de fútbol. Entendía que todo varón que se preciase de ello se hallaría allí en pleno combate dialéctico, tal vez con intención de luego verse las caras con el rival y darse de hostias. Cuál fue su sorpresa cuando comprobó cómo varios usuarios, rivales entre sí, intercambiaban posturas alegres acerca del ponche que habían degustado en la última sesión de hermanamiento celebrada en cierto local de música Country.

Solo el hecho de imaginar aquella situación de alegre algarabía entre hinchas de distinto equipo hizo que Damián derribase de un puntapié la torre de la computadora. Jamás volvería a acceder a ese portal. Al menos mientras no tuviera la sensación de encontrarse en un bar de ambiente durante la hora feliz el primer día de primavera. Apagó la luz y se entregó al sueño.




Aquella noche hubo mucho movimiento en Hattrick Ltd. Algo raro sucedía. Y conversaciones como la siguiente se dieron en el seno de la empresa:

–Qué pruebas hay. ¡Por Dios! Se trata de una herramienta de lo más vulgar.

–Le aseguro que todos nos encontramos con la boca abierta. Nadie pudo prever algo así.

–Confío en que los medios desconozcan lo ocurrido. Ya sabe cómo funciona la prensa sensacionalista.

–Bueno. Si obviamos lo referente al usuario que se alzó con el Premio Planeta solo quedaría por tratar el expediente relativo al famoso butronero.

Premio Planeta, butronero… ¡De qué demonios estamos hablando!

–Sabemos que resulta del todo ilógico, pero cierto beligerante usuario se alzó con aquel premio recientemente. Un usuario que antaño generó enorme desorden en el foro al sostener con vehemencia que la letra hache se escribía sin hache y a lo que concluyó con que en realidad a quién le importa. En cuanto al butronero, hablamos de un adolescente problemático que junto a sus camaradas hacía agujeros en las paredes de las perfumerías de alta gama. Ahora brinda charlas en centros culturales a empresarios neófitos sobre cómo evitar que cuatro chalados con pasamontañas revienten tu negocio a horas intempestivas.

La pesadumbre se apoderó del otro interlocutor, que respondió lo siguiente:

–Haz todo lo necesario para que nuestros especialistas visiten a todo aquel que haya podido sufrir algún cambio tras navegar por la página. Incluso aunque ahora se trate de una mejor persona… –ordenó afectado.

–Entendido, así se hará.




Dos señores ataviados con americana, camisa y corbata esperaban pacientemente a que alguien abriera la puerta del domicilio. Habían tocado el timbre, pero no hubo respuesta.

Un hombre de edad avanzada habiendo alcanzado el rellano dio un respingo al encontrarse con ellos.

–Tranquilo, no se asuste amigo. –dijo el de menor estatura con un marcado acento extranjero.

–¡Qué sucede! ¡Seguro que tiene que ver con mi Damián! No es mal chico, son cosas de la edad. Confío en que se trate de algo que tenga solución. Ya me entienden.

Ambos desconocidos se dirigieron una mirada cómplice cuando, finalmente, el más alto y fornido abrió la boca –también con un acento similar– para rogar al viejo que les presentase a su vástago. Un importante asunto, adujeron.

–Está bien. Abriré la puerta. Es posible que todavía no haya despertado. Suele levantarse tarde. Deben comprender que es un chaval algo inmaduro aún.

Los desconocidos sonrieron de manera afectada antes de atravesar el umbral y ocupar cada uno un asiento del pequeño habitáculo que hacía las veces de recibidor.

¡Damián! ¡Despierta! –Gritó el viejo– ¡Tienes visita!

La puerta del dormitorio ubicado al final del pasillo fue abierta con tal ímpetu que una corriente de aire se impulsó en dirección a ellos. Casi de inmediato, el ruido de unos pasos confirmó que Damián se aproximaba. Fue entonces cuando el hombre de menor estatura sacó una porra que había ocultado hasta el momento para luego, de un bote, situarse raudo junto a la pared.

–Tiene que ser por sorpresa –susurró el hombre fornido a un padre de Damián que no daba crédito.

¡ZAS! Fue lo último que escuchó Damián antes de caer redondo al suelo tras haber asomado la cabeza por el umbral y sin opción de decir una sola palabra.

–¡Pero cómo se les ocurre! Vienen a robar, ¿verdad? ¡Pues no tenemos nada de valor! –espetó el viejo.

–No se preocupe, amigo –dijo el que había asestado el golpe–. Nos creería locos si le explicamos con toda minuciosidad a qué se ha debido esto, pero era necesario. Verá como nos lo agradece una vez que despierte. Éste ser un recurso poco ortodoxo, pero lo hemos considerado el más eficiente.

–La madre que os parió. Ya puede estar justificado este acto vandálico; de lo contrario, os saco a puntapiés –amenazó el viejo.

–Una vez que su hijo vuelva en sí y hable, sabremos si ha funcionado o no –dijo el hombre fornido que aún permanecía en su asiento cómodamente.

Tras un cuarto de hora Damián despertó, y parecía que quería decir algo. El hombre de la porra se vio obligado a frenar al viejo para que no interfiriera, el cual ya se disponía a asistir a su chaval.

–¿Cómo tú encontrarte? –interrogó el hombre fornido a Damián.

Damián, que vaciló un instante, por fin se pronunció:

–Me encuentro algo aturdido, querido compañero. ¿A qué se debe esta reunión? Solo sé que me encantaría ser útil a la comunidad, y hacer el bien. ¿En qué puedo serles de ayuda? –concluyó un Damián un tanto diferente.

–Hijo, ¿te has comido un apóstol? –dijo el viejo aterrado tras caérsele el palillo que sostenía entre sus dientes–. Señores, ¿me van a explicar ahora qué sucede?

Una pregunta que no pudo ser dirigida a nadie. Tanto el uno como el otro habían salido escopetados tras acabar Damián su pequeño discurso.




Varios meses después de tan disparatada situación, la moral en las oficinas de Hattrick Ltd. se había recompuesto. Por fin todo había quedado resuelto. Una pronta solución que evitó que las múltiples demandas interpuestas por los distintos familiares de los afectados siguieran adelante. Familiares que alegaban a su vez una agresión gratuita con porra por parte de un hombre de corta estatura con la excusa de curar al paciente.

Puesto que tal recurso había resultado fallido, decidieron poner en práctica un plan algo menos hostil: invirtieron los filtros causantes del estropicio con el objetivo de que cada cual volviese a ser la persona que era. Y una vez comprobado que todo hubo vuelto a la normalidad, desactivaron aquella herramienta del demonio.

No obstante, para el éxito de este plan el usuario debía seguir conectándose, información que se hizo saber mediante correo postal a cargo de Hattrick Ltd. y que cada cual atendió como correspondía.




Un tocho de impolutos sobres con el logotipo de Hattrick Ltd. se hallaba sobre la mesilla.

Sujetos por una goma elástica, permanecían sin abrir.

El viejo se dirigió a Damián:

–Hijo, ve a la oficina de correos y les dices que devuelvan ese montón de cartas a quien proceda. No me interesa lo que tengan que decir.

Hattrick Ltd. –pronunció Damián–. ¿De qué se trata, padre?

–No tengo ni idea, pero corre. Tus profesores me han dicho que no solo has vuelto a ir a clase sino que también has dado un cambio excepcional. Esta noche brindaremos por ello.




Como cada día, el cartero del distrito entregó la correspondencia en las oficinas de Hattrick Ltd. Pero esta vez algo alertó al empleado de recepción. Se trataba de una veintena de sobres sin abrir con el distintivo de la empresa inscrito en la superficie.

–¿Y esto? ¿Quién lo remite? –interrogó mientras firmaba.

–Parece que procede de España –respondió el cartero sin aparente interés.

Dispuesto a alertar a quien debía, una nota oculta entre el taco cayó al suelo. Nota que recogió el cartero.

–Espere, aquí hay una nota. Veamos de qué se trata.

–¿Qué dice? –preguntó el recepcionista.

–Es muy breve. Dice algo así como: GRACIAS, queridos compañeros. Y firma: El padre de Damián. ¿Qué significa?

Una mueca alegre se dibujó en el rostro del recepcionista, que optó por dar media vuelta y depositar aquellos sobres en la papelera. Todo había acabado.




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2015-06-05 11:14:25, 1161 views

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