We use cookies - they help us provide you with a better online experience.
By using our website you accept that we may store and access cookies on your device.

Hattrick es testigo

Han sido once años los que han pasado desde que comencé a jugar este juego. Y en mi vida, la vida real, detrás de esta pantalla, han pasado muchas cosas, cambios; cosas buenas y cosas malas, pero algo se repite y parece no dejarme de lado: Hattrick.

Dos veces he dejado Hattrick. Dos veces he vuelto. El periodo de tiempo sin este juego no fue nunca más de un año, por lo que desde los comienzos que ha sido parte de mi vida de una forma más o menos constante. Es curioso, pero un poco menos de un mes después de cumplirse otro aniversario de mi llegada a Hattrick, como por esos azares inexplicables de la vida, me decidí a ver cuándo había sido. Y el resultado no dejó de sorprenderme: Julio del 2004.

Once años llevo jugando este juego, desde una tarde gris en la que un compañero del colegio me convenció, apadrinado por su hermano mucho mayor, a registrarme en este novedoso juego estratégico. Como no era muy bueno socialmente, aproveché esta oportunidad para forjar una amistad y, de paso, para tener un tema de conversación en común.

No voy a repasar mi historia ni mis razones para dejar el juego y luego volver. Tampoco voy a vanagloriarme respecto a los años que llevo jugando, ni las cosas que se perdieron o que han cambiado; no me interesa. Es más, me gustaría dejar en claro que desde que llevo jugando Hattrick, nunca he superado la V división. Y eso, para llevar tanto tiempo, es algo más bien penoso.

Pero no, esto no es algo que escriba con motivos futboleros, si se quiere. Porque el éxito hattrickero nunca me llegó y siempre supe cómo destruir un equipo para volver a comenzarlo en un ciclo más o menos autoflagelante, vicioso, tedioso. Acaso es la dificultad a la que se enfrenta un equipo con promedio aceptable la que me hace volcarme a los inicios. Acaso es el fracaso y mi falta de constancia. No sé.

En once años pasan muchas cosas y a mí, desde luego, me pasaron muchas. Cuando comencé a jugar estaba en séptimo básico, tenía trece años, era un niño tímido que jugaba a la pelota y que no se vio muy tentado por el carrete y las minas hasta muy tarde, quizás los diecisiete. Durante aquellos años mis papás se separaron, nacieron tres hermanos de otro matrimonio, murió un abuelo y un bisabuelo, vi llorar a mi madre, luché incansable por encontrar la felicidad.

Salí del colegio, entré a una carrera de la cual me cambié para entrar a otra, trabajé un año, estuve en Europa y en la Antártica, en la Isla de Pascua y en la Patagonia, hice amigos, seguí siendo tímido, visité dos sicólogas e incluso me hice una operación astral en el intento desesperado por vencer las falencias sociales con las que nací.

Me diagnosticaron depresión, conocí a la que fue mi polola por casi siete años, me patearon, me fui de viaje, luché por salir de la tristeza, pensé que no podría y creí rendirme, pero no lo hice, y lo logré.

Desde aquél día de Julio del 2004 encontré el verdadero gusto por la lectura. Escribí cuentos y poesía, me armé una biblioteca más o menos decente con mesadas, sueldos y regalos. Más de alguna vez destiné ese dinero para un supporter de un año que hoy parece un descriterio costear.

Once años han pasado y en once años la vida me ha abatido, como también me ha instado a levantar. No ha sido un camino fácil y puede que no siga siéndolo. Aprendí que la incertidumbre es parte de la vida y que no podemos combatirla, si no aceptarla y entenderla como un aliado, que va junto a ti. Como Hattrick, que a pesar de todo, ha seguido inexplicablemente a mi lado.

Es posible que el juego me vuelva a parecer un nimio pasatiempo y lo deje. Puede suceder que lo siga jugando muchos años más. Tal vez algún día supere la V división y me encuentre con una gloria abrumadora, aquella a la que se ven enfrentados los mediocres del juego, que no saben reaccionar, como embobados con la novedad, destruyendo extrañamente, una vez más, un equipo prometedor.

Once años han pasado y puede que sólo sean once. Como también puede que sean quince, o veinte. Seguirán ocurriendo nuevas experiencias en mi vida, como en todas las otras, ajenas a mí y al juego; se sucederán con la misma tónica invariable e indescifrable, y esa misma incertidumbre que muchas veces me abrumó, me traerá nuevos desafíos, buenos o malos y Hattrick, por supuesto, seguirá siendo testigo.

2015-08-07 05:20:37, 2365 views

Link directly to this article (HT-ML, for the forum): [ArticleID=19097]

 
Server 071