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Diez años no son nada

¡Qué febril la mirada! He cumplido diez años en Hattrick. Diez años no son nada, pero ¡cuantas cosas sucedieron! ¡Cuantos amigos se fueron y otros tantos envejecen todavía entre verdes canas!

Hace diez años mi vida era muy distinta. Tenía eso que llaman tiempo. A raudales. Cataratas de tiempo muerto sin nada que hacer. Sobre todo en mi trabajo nocturno. Había leído en algún sitio que la nueva moda en internet eran los juegos online. Recordé mis tiempos de mánager en un juego inglés pionero donde siempre entrenaba al Tottenham. Luego llegó el PC Fútbol que patrocinaba Robinson. Hasta que llegó un día que parece que tienes que hacerte mayor y serio y no jugar como los niños. Olvidé muchas cosas. Con la llegada de internet se recuperaron los estímulos para jugar a entrenar equipos y jugadores. Tecleé en Google lo que buscaba y apareció Hattrick. El estómago me hormigueaba con todo lo que leía sobre el juego. Celebraban el décimo aniversario y parecían, de todas las opciones que vi, el más implatado y con mayor proyección. Por entonces tenían 900.000 equipos y pocas semanas después llegaron casi al millón. La comunidad española superaba los cien mil, y éramos la mayor y más activa de todas las del juego, superando a los propios suecos. Todo en Hattrick se vivía con pasión. Los partidos eran un bullidero de hasta 75.000 conectados a la vez. Los fallos del sistema numerosos y más aún las quejas. Las noches de entrenamiento se vivían con expectación y el inolvidable Elestel las animaba en el foro. En los foros se discutía y analizaba cualquier aspecto del juego. Parecía que el juego había superado a los propios suecos que no debían comprender tanta pasión. Por aquel entonces todo era mucho más sencillo que hoy en día. Y eso atraía aunque tenía la suficiente complejidad para los más exigentes.

Comencé en décima división, que por aquel entonces era muy disputada, un auténtico infierno (como escribí en un artículo) siendo la XI y la XII las categorías facilonas. Yo era del tipo de jugador que se encariñaba (y lo sigo haciendo) con sus jugadores. Los dotaba de personalidad y carisma en mi imaginación. Sufrí y casi lloré cuando una lesión acabó con la carrerra de Codrut Tudorache. De ese modo tardé cuatro temporadas en ascender, por el simple hecho de que yo no comerciaba (sigo sin hacerlo ni sé ni tengo tiempo). Yo creía en el entrenamiento, en los canteranos, en las tácticas, y solo fichar a unos pocos refuerzos. De modo que nunca pasé de cuarta división (aunque por un triste gol no llegué a tercera en dos ocasiones). Llegué hasta la ronda 11 de Copa y desde entonces soy un jugador del montón que subsiste simplemente para entrenerse algunos ratos de ocio.

Lo que no conseguía con los éxitos deportivos lo ganaba con amigos. El vicio de escribir me llevó a contactar con otros como yo, justitos de victorias y desbordantes en letras. Escribíamos en el, para mí, mítico The Ht Daily Express, que había fundado el sin par Sintecho.

Mientras tanto, mi vida cambiaba. Me casé con mi novia. Tuve dos hijos. Dejé de trabajar de noche. Y ahora espero a una niña que nos hará familia numerosa. De pronto llega un día que ya no sabes qué hacer con un juego, que es más que un juego, que requiere más atención de la que estás o puedes estar dispuesto a darle. Han pasado diez años. Enseño a mi hijo de siete las alineaciones y saltamos de alegría con los goles. Pero cómo explicarle qué bueno era Benedicto Estévez, qué pasional Víctor Moreno Torre, qué fuerza Xavier Romasanta. Creo que nunca dejaré Hattrick, pero no lo sé, porque la lluvia del tiempo es implacable.




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2017-12-08 14:36:04, 1184 views

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